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Desierto
Alex Bryce


Ricardo Wiesse

Y es que la naturaleza, por los sentimientos que en mí despertaba, me parecía la cosa más opuesta a las producciones mecánicas de los hombres. Cuanto menos marcada estuviera por la mano del hombre, mayor espacio ofrecía a la expansión de mi corazón. 

    Proust

El paisaje de la costa peruana comenzó a instalarse en la imaginación y la práctica de nuestros artistas hace relativamente pocas décadas, cuando irrumpió como protagonista y sujeto de la búsqueda de una identidad colectiva sepultada por ideales estéticos que poco tenían que ver con arenales desarbolados y hostiles. El desierto fue un no lugar, donde nada crecía y a nadie interesaba. Hasta que unos cuantos arqueólogos comenzaron a desenterrar sus tesoros, el pasado a iluminar el presente y, sus escenarios, a infiltrarse en los sueños y la imaginación de pintores, fotógrafos, cineastas, poetas, ensayistas. Esta legión redescubre la belleza particular, desnuda, de distancias y soledades modeladas por luces y nieblas de la franja estéril entre los cerros y el mar. La nada reúne sutilezas que encienden el espíritu contemplativo, como bien supieron los antiguos. Representarla significa hoy anclarse sensible y simbólicamente a un territorio, hacerlo propio, devolverle el protagonismo detentado antaño, cuando inspiró la relación reverente, intensamente amorosa del hombre con la Pachamama.

Estos trabajos fotográficos de Álex Bryce retratan desde hace más de dos décadas el desierto costero del Perú. Desde entonces, recuerda las palabras que unió Juan de Arona para definir la región: “Una franja de arena que se aferra a los Andes para no caerse al mar”. El vacío es su tema, y en este ha centrado una exploración paciente, silenciosa como su teatro de operaciones. Se ha abocado al retrato de estos espacios elusivos, alisados por los vientos, ásperos, suspendidos en el tiempo, intactos. De esos tablazos sin fin, de los anfiteatros aparentemente monocromos, descoloridos y mudos que median entre los conglomerados urbanos y bulliciosos: de ahí provienen estas imágenes magníficas que hoy se exhiben por primera vez.

El ejercicio fotográfico habilitó a Bryce a retomar las impresiones de los viajes de su infancia a Arequipa, a proseguirlas y a ampliarlas en las posiciones donde ha plantado su trípode. No improvisa, ni apura. Sus desplazamientos persiguen una única elección, la del punto de vista que dé con la esencia internalizada de esa exterioridad pura. Sus caminatas van al encuentro de los componentes de la sorpresa: figuras geométricas, planos superpuestos, mantos sinuosos de los médanos ondulantes, sedimentos que revelan magnitudes geológicas, mares de dunas blancas detenidas al pie de contrafuertes arrugados por diluvios inmemoriales, cielos abiertos y velados de todo espesor, texturas del suelo, huellas mínimas de caminantes del pasado.

Probablemente sea en sus paisajes ribereños donde la mirada asombrada del niño reconstruya con mayor nitidez las enormidades abiertas ante sus ojos. Los abismos de la ruta develan sucesiones grandiosas, disueltas por la lejanía mientras una ola solitaria se empina detenida. Sustraídos del tiempo, los rasgos tangibles del lugar —una curva anodina, un desvío entre las huellas, una playa sin nombre— son trasladados al rectángulo de papel. Allí se fijan como traducciones respetuosas del territorio y como elementos constructivos de una mirada personal, imbuida en la magia de la tinta negra y sus tonos. Estos panoramas de ausencias reconfiguradas por el artista/intérprete exaltan los prodigios más humildes y primordiales: una visualidad —paradójicamente inagotable— sin más objetos que la tierra, el agua y el aire. Maestros contemporáneos como Billy Hare comprueban ahora que sus exploraciones han calado en la generación siguiente de fotógrafos. Dibujantes, ceramistas, tejedores, místicos y peregrinos antiguos reviven compartiendo su suelo con un artista como Álex Bryce, cuya producción brilla con luz propia como regalo a las lentes y mentes del futuro.


Alex Bryce

(Lima, 1968)

Bryce ha integrado la primera promoción de fotografía en el Instituto Gaudí entre los años 1993 y 1996, escuela recién creada por los fotógrafos Billy Hare, Antonio Ramos y Roberto Huarcaya, que luego se convertiría en el Centro de la Imagen.

Anteriormente, se retiró de la carrera de Economía en la Universidad  de Lima y cursó talleres de cine (Robles Godoy) y de fotografía (Kodak Perú, Carlos Montenegro). Ejerció la docencia en la Universidad de Ciencias Aplicadas (UPC) durante varios años.

Ha obtenido el el primer y segundo puesto, a nivel nacional, del Primer concurso de fotografía, convocado por la Fundación Telefónica. Ha participado en muestras colectivas en la Municipalidad de Miraflores y galería Lucía de la Puente, entre otras, así como en la Bienal de Fotografía 2014. En realidad Alex Bryce es un fotógrafo con poca exposición en el círculo del arte y galerías. Su trabajo personal ha sido constante pero silencioso, lo ha llevado en forma paralela a su trabajo comercial o de «sobrevivencia», como él lo llama. Comenzó a inicios de los  90´s, con más de 25 años en el medio, realizando campañas y trabajos por encargo para  diferentes instituciones, agencias de publicidad y de turismo, estudios de diseño y otros clientes, habiendo publicado en diferentes revistas nacionales y extranjeras.

Ha colaborado en diversos proyectos editoriales relacionados con la arqueología, la arquitectura y otros temas,  el último de ellos: “Perú, la despensa del mundo”,  ha sido premiado internacionalmente como el mejor  en la categoría ‘libro Gourmand’.

Luego de su primera individual en la galería Obsidiana (1995) –curada por Jorge Villacorta–  sobre afiches y propaganda política, esta es su primera gran muestra individual.

Fecha

Del 12 de marzo 2019 al 31 de enero 2020

Lugar

Jr. Ucayali 391, Cercado de Lima

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Jr. Ucayali 391, Lima, Perú
204-2658
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Horario
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De 10 am a 8 pm
Sábados, domingos y feriados
De 10 am a 6 pm
La entrada es gratuita
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