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Antonio Cisneros
Lima, 1942 - 2012

 

Uno de lo poetas latinoamericanos más importantes, cronista, guionista, catedrático y traductor, nació en Lima el 27 de diciembre de 1942. Estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se doctoró en Letras, en 1974, en la especialidad de Literatura. Viajó a Europa en 1967 y se desempeñó como profesor en varias universidades. Obtuvo las becas Guggenheim, en 1978 y Deutscher Akademischer Austauschdienst, en 1985.

Ha publicado los siguientes libros de poesía: ‘Destierro’ (1961), ‘David’ (1962), ‘Comentarios reales’ (1964), ‘Canto ceremonial contra un oso hormiguero’ (1968), ‘Agua que no has de beber’ (1971), ‘Como higuera en un campo de golf’ (1972), ‘El libro de Dios y de los húngaros’ (1978), ‘Crónica del Niño Jesús de Chilca’ (1982), ‘Monólogo de la casta Susana y otros poemas’ (1986), ‘Drácula de Bram Stoker’ (1991), ‘Las inmensas preguntas celestes’ (1992). ‘Un crucero a las islas Galápagos’ (2005), ‘Diario de un diabético hospitalizado’ (2010). Ha publicado las siguientes recopilaciones y antologías de su obra: ‘Por la noche los gatos’ (1989), ‘Poesía, una historia de locos’ (1990), ‘Propios como ajenos’ (1991), ‘Poesía reunida’ (1996), ‘Postales para Lima’ (1999), ‘Poesía’ (tres volúmenes) 2000, ‘Comentarios reales’ 2003, ‘Como un carbón prendido entre la niebla’ (2007), ‘A cada quien su animal’ (2008), ‘El caballo sin libertador’ (2009). “Diarios de naufragio”, (2010). Ha publicado los siguientes libros en prosa: ‘El arte de envolver pescado’ (1990), ‘El libro del buen salvaje’ (1997), ‘El diente del Parnaso’ (1999), ‘Ciudades en el tiempo’ (2001), ‘Cuentos idiotas’ (2002), ‘Los viajes del buen salvaje’ (2008) y ‘Diario de un diabético hospitalizado’ (2010). Su obra poética está traducida a catorce idiomas.

Entre otras distinciones, en tanto que poeta, mereció el Premio Nacional de Poesía, el Premio Casa de las Américas (Cuba), el Premio Rubén Darío de Poesía, el Premio Nacional Cosapi a la Innovación, el Premio Gabriela Mistral de la Organización de Estados Americanos, el Premio Iberoamericano José Donoso (Chile), el Premio de Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval (México), la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado de Gran Cruz del Perú, la medalla cívica de la Municipalidad de Lima, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile) y el Premio Southern Perú. Fue miembro fundador de la Academia Mundial de Poesía en Verona, patrocinada por la Unesco. Su obra ha sido homenajeada en la Universidad de Kentucky, en el Instituto Cervantes de Nueva York, en la Feria Internacional del Libro de Lima y en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino en Morelia, México.

Enseñó literatura en las universidades de Huamanga y San Marcos, así como en las de Southampton (Inglaterra), Niza (Francia), Eötvos Lórand (Budapest), Berkeley y Virginia (Estados Unidos). Ha sido huésped de la Abadía de Royamment, París, donde se organizó un seminario de traducción en torno a su obra, así como huésped de la Fundación Japón, en Tokio.

Ejerció el periodismo en los diarios y revistas Amaru, Marka, Monos y monadas, Caretas, El idiota, entre otros, y dirigió El caballo rojo, 30 días, El búho, y Sí. Fue creador y conductor del programa radial “La crónica del oso hormiguero”, y también del programa televisivo “Conversando con Antonio Cisneros”. Realizó una importante labor cultural como director fundador del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores hasta la fecha de su muerte, el 6 de octubre de 2012.

Publicaciones
Diario de un diabético hospitalizado
Lima, Colección Underwood. Edit. Estudios Generales Letras-PUCP, 2010. 31 pp.

Reúne tres poemas, titulados “Requiem Jubiloso por el Teatro Municipal Incendiado”, “Toros” y “Diario de un diabético hospitalizado”. En ellos, el autor elabora reflexiones sobre el arte y la muerte vistos entre el silencio y la rutina de distintos espacios: la música presente en el Teatro Municipal incendiado, un paseo a través de una corrida de toros en la plaza de Acho y, finalmente, los diarios de un cansado diabético, hospitalizado en el mismo lugar en donde su padre falleció hace poco” (Tomado de .edu)

Diarios de náufrago
Santiago de Chile, LOM ediciones, 2011. 224 pp.

Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2010.

“Antonio Cisneros tiene una fuerza expresiva que resulta del armado de una trama dialogante a cargo de un hablante periférico, y el modo de orquestar lo colosal y lo nimio con un gran ramaje de imágenes ‘palpables’. Sus poemas no llegan al lector como certezas, sino en claves de dilema; son verdades astilladas que aspiran a reunirse entre vientos contrarios y procuran un sitio donde instalar sus desesperos; son poemas que interrogan sobre cómo vivir y, sobre todo, que preguntan sobre cómo nombrar”. (Jorge Boccanera)
“Se trata de un poeta de notable influencia sobre las generaciones jóvenes del continente. Gran lector y traductor de poesía, Cisneros es también un creador siempre vigente, cuya ironía y brillante inteligencia signan su obra y le otorgan un carácter muy sensible a la contemporaneidad.” (Palabras del jurado que le otorgó el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2010).

Los viajes del buen salvaje. Crónicas
Lima. Peisa, 2008. 150 pp.

Siguiendo una tradición de ilustres viajeros, Antonio Cisneros nos entrega esta colección de crónicas que dan cuenta de sus travesías por el mundo. Sea Tokio, Budapest, Londres o cualesquiera de las ciudades en las que ha tomado aposento, el poeta se detiene a descubrir en ellas la magia de lo cotidiano y, con la sabiduría del antiguo T¨ung Shu –clásico almanaque oriental-, convierte las anécdotas y los relatos en reflexiones que encierran la esencia de la vida misma.
En estos textos Cisneros recompone sus viajes por Europa, Japón, Norteamérica y algunos países de América Latina. La palabra precisa, plena de color y ritmo, es el medio elegido por el autor para transitar por sus remembranzas y exorcizar con ellas la melancolía reinante bajo el cielo gris de Lima.

A cada quien su animal
México. La cabra ediciones, 2008. 121 pp.

A cada quien su animal es una compilación de poemas ligados a la íntima relación de Antonio Cisneros con un zoo pleno de significados existenciales, amorosos, familiares, oníricos, culinarios. No se trata de un bestiario, sino del ámbito donde Jonás viaja, ama, sufre, vive y reconstruye su historia.
Podría decirse que es una especie de diario en el que reconocemos el paso de la historia, la propia y la colectiva. Lo doméstico se entrecruza con el paisaje y éste tropieza con los enseres de una aldea global. Este libro recoge las pistas de los símbolos y signos que hacen posible acompañar al poeta en su viaje por el tiempo, por la fauna de su reino. Aquí, una de las voces mayores de la poesía contemporánea. (José Ángel Leyva)

El libro de Dios y de los húngaros
Lima. Tranvías editores, 2007. 137 pp.
Como un carbón prendido entre la niebla
Santiago de Chile. LOM Ediciones, 2007. 167 pp.

Publicación de una selección de la obra de Antonio Cisneros que nos permite apreciar en todo su despliegue una de las poesías más deslumbrantes de Hispanoamérica, desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.

Propios como ajenos. Antología personal (Poesía 1962-2005)
Lima. Peisa, 2007. 277 pp.

Propios como ajenos es una antología de la obra de Antonio Cisneros hecha por el propio poeta. Testimonio fascinante de un viajero inagotable poseído por el encanto y el desencanto del mundo que nos habita y nos rodea

“Estos poemas son propios, porque han sido parte de algunas de mis vidas. Pero también son ajenos, porque en muchos de ellos no me reconozco más”. Es con estas palabras que Cisneros define este volumen. En sus páginas las muchachas de Londres giran entre los puentes de Budapest y el arenal de Chilca; aparecen imágenes como la Costa Azul, Berlín, los Baños de Barranco, héroes y villanos, diablos y santos. Una representación del mundo, en suma, en el irónico o sereno registro del poeta.

Un crucero a las Islas Galápagos (Nuevos cantos marianos)
Valencia (España). Pre-textos, 2007. 43 pp.
Un crucero a las Islas Galápagos (Nuevos cantos marianos)
Lima. Peisa, 2005. 47 pp.
Un crucero a las Islas Galápagos (Nuevos cantos marianos)
México. Editorial ALDUS, 2005. 63 pp.

El viaje introspectivo, propiciatorio y, desde luego, iniciático de Un crucero a las Islas Galápagos (Nuevos cantos marianos) de Antonio Cisneros (Lima, Perú, 1942), satura la atmósfera de cada uno de los poemas en prosa con “la luz no usada” propia de los encuentros y revelaciones capitales.  Llevado por el impulso narrativo y la gracia de la oralidad, cada poema se consagra a una estancia afectiva —el árbol genealógico del autor, por ejemplo— donde el mundo, con su inventario de climas, animales, plantas y minerales, irradia una puesta en escena de la vida cotidiana que, por un momento de empatía, se convierte en vida ritual.

Prosa que canta prodigios y pesares, lirismo narrativo que sabe de conjuros y oraciones, este nuevo libro de Cisneros exhibe, en sus plenos poderes, la visión poética de un espíritu que estalla en la permanente alabanza de la realidad sensorial. En ese tenor, el recorrido por una geografía de inquietante exotismo, pero también, de deslumbrante familiaridad se torna en fascinación sensual, asombro del inocente, miedo de criatura elemental.

Como en su mejores momentos, Canto ceremonial contra un oso hormiguero o Crónica del niño Jesús de Chilca, por citar dos libros memorables, la aparición de Un crucero a las Islas Galápagos. Nuevos cantos marianos constata el lugar central de este poeta peruano en la lírica contemporánea de nuestra lengua.

Le immense domande celesti (1964-1992)
Florencia. Pagliali Polistampa, 2003. 127 pp.
Comentarios Reales
Valencia (España). Pre-textos, 2003. 200 pp.
Sete pragas depois
Sao Paulo. Cosac & Naify, 2003. 293 pp.
Cuentos idiotas (para chicos con buenas notas)
Lima. Alfaguara, 2002. 67 pp.

Tres personajes que de normal solo tienen el nombre, en tres cuentos tan locos como sus protagonistas. Tramas que se van enredando libre y espontáneamente, hasta llegar a finales inesperados y divertidos. Todo un reto para los lectores grandes o pequeños que quieran entrar en la nota y gozar de estos cuentos idiotas.

Ciudades en el tiempo (crónicas de viaje)
Lima. Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001. 196 pp.

Ciudades en el tiempo es un libro de jolgorios y amoríos, de bares y cementerios, de enredos y desenredos y de personajes mil que, al fin y al cabo, son los actores de todas las tragedias y comedias en el itinerario de este viajero impenitente y socarrón.

El libro del buen salvaje. Crónicas de viaje / Crónicas de viejo
Lima. Peisa, 1997. 212 pp.

Siguiendo una tradición de lúcidos visionarios, Antonio Cisneros nos entrega estas Crónicas de viaje / Crónicas de viejo, en las que el poeta descubre la magia de lo cotidiano y, con la sabiduría del antiguo Tung Shu –clásico almanaque oriental-, convierte las anécdotas y los relatos en reflexiones que encierran la esencia de la vida misma. Desde la rebelde y colorida década de los sesenta, “tiempos del troncho, las revueltas y la música hindú”, este solitario miraflorino recorre todas las geografías, las exteriores y las interiores, en una permanente búsqueda de las virtudes que anidan en el corazón del buen salvaje, aquellas que proveerán el antídoto contra los atropellos de la civilización.

En estos textos, Cisneros recompone sus viajes a Europa, Japón Norteamérica y Cuba. El periplo es en vapor y en avión; pero la bicicleta es el medio elegido para retomar la experiencia limeña y transitar por sus remembranzas, afectos y gozos, y exorcizar con ellos la melancolía reinante bajo el cielo gris de la ciudad.

El diente del parnaso (manjares y menjunjes del letrado peruano)
Lima. Peisa / Universidad de San Martín de Porres, 2000. 247

Este libro es, esencialmente, una celebración a la vida. Sentados a la mesa de la nostalgia y el goce, setenta y seis escritores, periodistas y artistas peruanos y una talentosa ilustradora demuestran, cada cual a su manera, que la gastronomía puede convertirse, gracias a la magia de las palabras, en materia de irresistible deleite estético. Cada uno de los asistentes a este banquete letrado deja constancia, en este libro, del lugar desde el cual se aproxima a la cuestión del buen comer.

Unitarias y diversas a un tiempo, estas páginas nos invitan a recorrer un itinerario que comienza en la intimidad de los recuerdos y termina, unas veces, en una exaltación sensual de algún potaje, o en una pincelada gastronómica fantasiosa, reflexiva o austera, no exenta de humor y asombro. Oficia de anfitrión de tan suculento ágape el poeta Antonio Cisneros, gracias a un prólogo que despertará, seguramente, más de un apetito. Cabe destacar que las ilustraciones de Gredna Landolt, por su originalidad y fino sentido del humor, brindan un marco de excepción al singular banquete ofrecido en El diente del Parnaso.

POESÍA. Destierro / David / Comentarios Reales / Canto ceremonial contra un oso hormiguero
Lima. Peisa / Arango Editores, 2000. 134 pp.

Este volumen reúne los poemas publicados por Antonio Cisneros en sus primeros libros, aparecidos entre 1961 y 1968.

POESÍA. Agua que nos has de beber / Como higuera en un campo de golf / El libro de Dios y de los Húngaros
Lima. Peisa / Arango Editores, 2000. 190 pp.

Este volumen reúne los poemas publicados por Antonio Cisneros en sus primeros libros, aparecidos entre 1971 y 1978.

POESÍA. Crónica del Niño Jesús de Chilca / Monólogo de la casta Susana y otros poemas / Las inmensas preguntas celestes
Lima. Peisa / Arango Editores, 2000. 166 pp.

Este volumen reúne los poemas publicados por Antonio Cisneros en sus primeros libros, aparecidos entre 1981 y 1992.

Postales para Lima
Buenos Aires. Colihue, 1999. 151 pp.

La presente antología ofrece un amplio panorama del fraseo del poeta Antonio Cisneros, ese lenguaje que salta con soltura de lo culto a lo popular, de lo hispanizante literario al argot callejero para enlazar planos disímiles de la realidad: el mundo doméstico individual y el mundo histórico social. En este cruce de discursos participan la historia, el periodismo, la crónica de la Conquista, el epigrama latino, la literatura clásica, el anónimo tradicional quechua, cartas, cifras, letras de valses, salmos bíblicos, etc.

Poesía reunida  
Lima. Editora Perú, 1996. 338 pp.
Las inmensas preguntas celestes
Madrid. Visor, 1992. 74 pp.

Con este libro el poeta Antonio Cisneros reafirma un estilo que abarca desde los grandes momentos de la emoción poética hasta la incorporación de elementos interdisciplinarios que convierten el texto en un original mosaico de símbolos, rupturas musicales, dobles sentidos y sugerente plasticidad. Arqueología, historia, pintura y visión exterior se intensifican en un pulso tenso y profundamente alentador.

Las inmensas preguntas celestes
Lima. Jaime Campodónico, 1992. 67 pp.

En este libro se encuentran varios de los poemas más sencillos, intensos y hermosos de Cisneros. Su estilo personalísimo, la serena belleza de su expresión, así como una fuerza y hondura que sólo otorgan la madurez, distinguen a un escritor para el cual la poesía sigue siendo una manera de afirmación y de recuperación de la vida en un medio bajo el asedio constante del dolor y el caos.

Drácula de Bram Stoker y otros poemas
Montevideo. De uno, 1991. 54 pp.

Premio Parra del Riego

Les grandes questions celestes
París. Cahiers de Royament, 1990. 51 pp.
Poesía, una historia de locos (1962-1986)
España. Hiperión, 1990. 147 p.p.

Reúne lo más significativo de la obra poética de Antonio Cisneros (1962-1986) seleccionado por el propio autor.

Por la noche los gatos
México. Fondo de Cultura Económica, 1989. 303 pp. Primera edición / 2004. Segunda edición.
Chant Cérémonial contre un tramanoir
París. Editions unes, 1989. 61 pp.
Propios como ajenos. Antología personal (Poesía 1962-1989)
Lima. Peisa, 1989. 211 pp. Primera edición. / Lima, Peisa ,1991. Segunda edición. 
Monólogo de la casta Susana y otros poemas
Lima. Instituto Nacional de Cultural, 1986. 55 pp.
Gedichte
Frankfurt. Vervuert, 1986. 117 pp.
At Night the Cats
New York. Red Dust, 1985. 199 pp.
Land of angels
Glasgow. Isle of Skye, 1985. 22 pp.
Agua que no has de beber y otros cantos
La Habana. Instituto del libro, 1983. 186 pp.

Agua que no has de beber y otros cantos, son poemas en los que Cisneros nos muestra su visión del mundo, de Lima y de la historia peruana, con ese estilo tan peculiar que le ha hecho merecedor del reconocimiento de la crítica internacional.

Conmentaren gedichten en Kronieken
Amsterdam. Marsyas, 1982. 47 pp.
Helicopters in the Kingdom of Peru
Bradford. Rivelin/Equatorial 1981. 27 pp.
Crónica del Niño Jesús de Chilca
México. Premiá, 1981. 76 pp.

Internándose en la historia de una comunidad rural, su crecimiento y abandono, la Crónica del Niño Jesús de Chilca a través del verso largo, de gran aliento, abre al lector un mundo de esperanza y desconsuelo. Poemario de un paraíso abandonado en su belleza, Cisneros rescata minuciosamente calles, objetos, iglesias, personas con una intensidad deslumbrante, en una crónica que permite su lectura como una melodía recurrente, donde cada nota es una imagen que se cumple para conformar un canto fúnebre, resignado, conmovedor.

Canto ceremonial contra un oso hormiguero
Lima. Ruray Ediciones, 1980. 68 pp.
El libro de Dios y de los húngaros
Lima. Libre 1, 1978. 146 pp. (primera edición)

El libro de Dios y de los húngaros, un libro donde lo humano y lo divino se mezclan en su sitio natural, el mundo en que habitamos, confirma el lugar definitivo de Antonio Cisneros en la poesía en castellano y la vigencia de su obra entre los novísimos poetas.

Versei
Budapest. Európa Könyvkiadó, 1978. 51 pp.
Canto ceremonial contra un oso hormiguero
Barcelona. Ocnos. Editorial Llibres de Sinera, S.A., 1972. 97 pp.

En Canto ceremonial contra un oso hormiguero (Premio Casa de las Américas 1968) Cisneros, vuelto hacia la historia de su pueblo, nos da a través de esa vasta sustancia, la imagen de un hombre en cuya vida la crueldad, la gloria, la magia, la miseria, la rebeldía, no han acabado su obra. Viejas crónicas o leyendas se convierten en materia viva y actual y asuntos de nuestros días adquieren la atmósfera de otros tiempos. Se trata de una poesía expresada por un lenguaje cuya “espontaneidad” resulta tras una cuidadosa elaboración. Con este hermoso  libro escrito en versos largos y solemnes en los que no falta la expresión coloquial, directa, familiar, Cisneros nos comunica un humor tierno y corrosivo y la definitiva alegría de estar en el mundo.

Como higuera en un campo de golf
Lima. Instituto Nacional de Cultura, 1972. 146 pp.
Agua que no has de beber
Barcelona. Carlos Milla, 1971. 94 pp.
The spider hangs too far from the ground
Gran Bretaña. Cape goliard press, 1970. 80 pp.
Canto ceremonial contra un oso hormiguero
Buenos Aires. EUDEBA, 1969. 57 pp.
Canto ceremonial contra un oso hormiguero
La Habana. Casa de las Américas, 1968. 102 pp.

Libro con el que Antonio Cisneros obtuvo el premio Casa de las Américas en 1968. El jurado escribió: “Con este libro escrito en versos largos y solemnes en los que no falta la expresión coloquial, directa, familiar, Cisneros se reafirma a la vanguardia de la más joven poesía de nuestra América”.

Comentarios Reales de Antonio Cisneros
Lima. Ediciones de la rama florida & ediciones de la biblioteca universitaria, 1964. 85 pp.

Premio Nacional de Poesía.

David
Lima. La Rama Florida, 1962. 11 pp.
Destierro
Lima. La Rama Florida, 1961. 20 pp.
Sobre el autor
En Londres, el poeta Cisneros ha sorteado las dos amenazas
Mario Vargas Llosa

Por primera vez un peruano ha ganado uno de los premios literarios que convoca anualmente la Casa de las Américas de La Habana y en condiciones que significan una auténtica consagración internacional: entre 211 concursantes y por unanimidad. El jurado que concedió el Premio de Poesía a Antonio Cisneros (por un libro presentado con el espartano titulo de En memoria, pero que se llamará, mas risueña y felizmente, Canto ceremonial contra un oso hormiguero) estuvo integrado por la salvadoreña Claribel Alegría, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, el colombiano León de Greiff, el chileno Juvencio Valle y el cubano Fayad Jamís, poetas de generaciones distintas y  convicciones estéticas poco conciliables, por lo que la coincidencia en este fallo, que asegura a Cisneros, además de una recompensa de mil dólares, una edición de varios miles de ejemplares, resulta todavía más honrosa.

Todo esto es, sin duda, muy halagador para la poesía peruana, que, con la excepción de Vallejo, solo en contadas excepciones ha alcanzado otros públicos, y ha vivido dentro de las fronteras nacionales, enclaustrada y heroica, gracias a puñados de tenaces creadores que eran también —o poco menos— sus únicos lectores. Pero lo es más el hecho de que este premio, que brinda notoriedad y audiencia americanas a un joven poeta peruano, haya recaído en un libro de poesía singular, en la que admirablemente se condensan la observación inteligente y la dicción elocuente de la realidad que preocupa al poeta, la libertad con que este desvela sus nostalgias, sus cóleras, sus dudas y ambiciones íntimas, y la felicidad imaginativa y la seguridad verbal con que proyecta la descripción de su mundo personal en un plano de genuina creación, es decir, de intuiciones universales y bellas formas artísticas.

Antonio Cisneros nació en Lima, en 1942, estudió Literatura en la Universidad Católica y en San Marcos —también nueve desganados meses de Derecho—, fue profesor de castellano en la Universidad de Ayacucho, y ha publicado tres colecciones de poemas: Destierro (1961), David (1962) y Comentarios reales (1964). Por este último libro obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1964. El año pasado vino a Londres, con la beca Javier Prado, y es actualmente lector de español en la Universidad de Southampton, en la que pasa tres días por semana adoctrinando pérfidamente a sus alumnos para que descuiden los estudios literarios españoles y se ocupen más de los autores latinoamericanos. Largo, afectuoso, casi escuálido, apasionado de la literatura y la amistad (los poemas de su ultimo libro están dedicados a sus compañeros de generación, y dos de ellos tienen como tema profundo la amistad), ha viajado por Francia y España, y asistió, hace poco, al Congreso Cultural de La Habana, de donde vino conmovido. En las desvaídas, destempladas mañanas de este invierno británico, resultaba muy grato demorarse con él, en los inhóspitos locales de las inmediaciones de Earl’s Court, conversando alrededor de unas ácidas tazas de té.

Dos reacciones extremas amenazan a los jóvenes sudamericanos que llegan a Europa: una melancolía provinciana que los catapulta en la soledad y en la neurosis más paralizantes, o una euforia de bárbaros hechizados por los prestigios artificiales y llamativos de la vida bohemia, que los lleva a disolverse en un cosmopolitismo invertebrado. Cisneros ha sorteado estas dos trampas y, aunque corta, su experiencia europea le ha sido ya sumamente provechosa: ha ensanchado su visión del mundo,  disciplinado su vocación, fortalecido espiritual y emocionalmente su personalidad de creador. La trayectoria de este enriquecimiento puede advertirse en las tres partes que componen Canto ceremonial contra un oso hormiguero. La más antigua es una versión ceñida y castigada de un poema que apareció en una revista limeña hace tres años: “Crónica de Chapi, 1965”. El título alude a una matanza de campesinos operada por las “fuerzas del orden” en la época de las guerrillas, y el poema es, en el fondo, una elegía, un canto fúnebre a esas víctimas, pero su apariencia es la narración grave, impersonal, de una marcha sonámbula y heroica: un grupo de combatientes avanza, perseguido, por un paisaje frugal y muy áspero, que a alguno de ellos le recuerda el mar, con un fondo de lamentos indígenas. Aunque ninguna declamación, grandilocuencia o arrebato lírico interrumpe la severa relación, a veces, bajo la contenida solemnidad de las palabras, entre los acentos casi religiosos y la monotonía lúgubre del ritmo, asoma, en un sarcasmo hiriente, en una imagen lapidaria, el sentimiento de ira y de solidaridad que mueve la mano del poeta, en estado puro, disociado del mundo verbal, enfrentado a él. Esos momentáneos desajustes entre emoción y expresión no frustran el poema, que consigue casi siempre comunicar la pasión con belleza discreta y digna, pero conviene mencionarlos para destacar más el logro de la poesía de Cisneros: el equilibrio entre las ideas y emociones y la palabra poética que las expresa.

La segunda parte del libro reúne, bajo el título de “Animales domésticos”, media docena de poemas —algunos aparecieron en la revista Amaru— más breves y menos ambiciosos temáticamente que “Crónica de Chapi” pero en los que se siente al poeta mucho más seguro de sí mismo, más diestro y audaz en el uso de sus medios expresivos, más original en sus hallazgos. Una ojeada superficial a sus títulos y motivos, a la fauna que los puebla, al tono ligero, leve, alegre que adoptan a veces, podría hacer creer que se trata de brillantes juegos ingeniosos, de alardes. En realidad, son trabajadas alegorías: una realidad intensa y dramática late debajo de ese territorio de “cangrejos muertos ha muchos días”, arañas groseras y malhumoradas, ballenas hospitalarias y hormigueros capaces de hospedar a un hombre. Dramática, porque esa realidad es una prisión, en la que el poeta se siente encarcelado, como Jonás en el vientre del soberbio mamífero marino, a oscuras, enterrado vivo en el corazón de un hormiguero, condenado a morir víctima de esa araña que “almuerza todo lo que se enreda en su tela”. Intensa porque el poeta sufre en carne propia ese encierro que es también la vida de su tribu (“Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena / con mi mujer y Diego y todos mis abuelos”). Se trata de una realidad estrecha, limitada por implacables barrotes. Los seis poemas son variaciones -hábiles, lúcidas, imaginativas— sobre un tema único: el disgusto de una sociedad hostil, el rechazo de esa vida que lo atenaza como camisa de fuerza y le ofrece, como furtiva compensación, un placer animal: abrazarse bajo el sol, tumbado frente al mar, sobre arenales candentes.

Esta facultad de trasponer en alegorías poéticas, en construcciones verbales independientes, en objetos artísticos autónomos las preocupaciones que conforman su mundo interior, alcanza en la tercera parte del libro de Cisneros —casi todos poemas escritos luego de su salida de Lima— un desarrollo notable. Doce poemas integran “Canto ceremonial contra un oso hormiguero” y todos ellos constituyen, por separado, una hazaña creadora. Incluso el menos importante de ellos, que da título al libro —una abominación de humor negro contra un “oso hormiguero”, que puede ser un ser particular, el mundo de la maledicencia y el chisme limeño o la simple estupidez humana— es una pieza maestra de dominio verbal, de coherencia intelectual y soltura rítmica. Hay un elemento racional que prevalece siempre en los poemas de Cisneros, un control de la razón sobre la imaginación y las emociones, y este es uno de los factores de la originalidad de su poesía, en un mundo, el de la poesía de lengua española, donde la tendencia predominante es más bien la contraria. Pero el hecho de que las ideas desempeñen un papel primordial en su poesía, no ha restado a esta osadía imaginativa ni ha mermado su vitalidad. Al contrario: en poemas como “París 5e” y “Karl Marx Died 1883 Aged 65”, una meditación perfectamente lógica cobra una jerarquía artística sobresaliente porque cada uno de los pensamientos que la componen genera imágenes, asociaciones inesperadas e insolentes, se dispara en direcciones múltiples de la realidad, en fantasías oníricas, en símbolos, en metáforas, sin que estas audacias desvíen el curso de la reflexión. El solitario tema de “Animales domésticos” se ha convertido en un abanico vasto que abraza asuntos múltiples: una evocación ominosa de Lima, un examen de conciencia ante una amistad que se ha roto, las primeras impresiones europeas, una averiguación de las luchas, dudas y pasiones políticas que agitaron sus años de adolescencia, añoranzas de personas y paisajes de la ciudad abandonada un año atrás, una interrogación ante el problema de la cultura y el destino de América, una definición frente a Cuba. Individuales o colectivos, culturales o políticos, los temas de estos poemas encarnan siempre en formas verbales de ejecución tan perfectamente adecuada al pensamiento y la emoción que los informa, que se emancipan de la experiencia particular del autor. El verso —casi siempre largo, de música grave— adopta a veces un tono confidencial, suavemente patético (“Yo vi a los manes de mi generación, a los lares, cantar en ceremonias…”); otras, es irónicamente marcial (como cuando evoca sus luchas contra la modorra, a la que corporiza en un monstruo zoológico, el Rey de los Enanos); otras se disfraza de fábula mítica, canto religioso o soliloquio. Esa diversidad, sin embargo, no revela una búsqueda, sino la riqueza de movimientos, la flexibilidad de matices y maneras de una voz que ha conquistado una poderosa  madurez.

Londres, febrero de 1968

Publicado en la revista Caretas N.º 369. Lima, marzo de 1968.

Antonio Cisneros: el canto y el viaje
Peter Elmore

Antonio Cisneros no está ya entre nosotros. Para quienes lo queríamos y tuvimos el privilegio de estar entre sus amigos más cercanos, será muy difícil aceptar esa ausencia. Cuando alguien como Toño se va, no ocurre solo que una existencia se apaga: la vida, siente uno, tiene menos brillo.

Es la de Cisneros, sin duda, una de las obras más altas de la poesía contemporánea en lengua española. Su importancia en la literatura peruana es también incuestionable. Desde Destierro (1961) hasta Un crucero a las islas Galápagos (2005), la poesía de Antonio Cisneros se descubre, en sus varias escalas, como la crónica lírica de una experiencia cuyo signo es el viaje. De la distancia y los encuentros, así como de los hallazgos y los extravíos, da cuenta de una escritura que se orienta en las aguas –con frecuencia agitadas– de la historia comunitaria y personal.

“El puerto/casi ha llegado/ hasta los barcos” declaraba, con discreta melancolía, la voz poética en el libro del noviciado. Cincuenta y cuatro años más tarde, un hablante febril y clarividente dice, en el primer poema en prosa de Un crucero a las islas Galápagos: “No es en esos meandros, donde viven los peces de agua dulce, que yo el gran capitán broadcaster destajero, con cien pesos al mes mientras navego y ciento treinta cuando estoy en tierra, he sentido terror por lo que resta de mi ordinaria vida”.

Significativamente, entre los escenarios principales de la poesía de Antonio Cisneros están los litorales y las riberas: límites cambiantes que unen y deslindan, márgenes donde se deciden los destinos y se realizan los balances. Los puntos de partida y de llegada propician el examen de una identidad que nunca es fija, porque el tiempo es su cauce y el tránsito es su signo. Esto se reconoce ya en los títulos mismos de “Entre el desembarcadero de San Nicolás y este gran mar” y “Medir y pesar las diferencias a este lado del canal”, dos poemas capitales de Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), que ganó el Premio Casa de las Américas, de Cuba, cuando ese galardón era el más prestigioso para la poesía en castellano.

La poesía lírica es, como se sabe, el discurso de una primera persona. Sin embargo, en la obra de Cisneros, la voz es una y es múltiple: a través del monólogo dramático y de un amplio reparto de presencias, el poeta amplía la órbita de su expresión. La forma flexible y abarcadora de su escritura –vitalista y culta, coloquial y arcaizante, épica y confesional, cosmopolita y arraigada en la realidad peruana– le permite al poeta moldear materiales disímiles y en apariencia opuestos.

Admirablemente, la variedad formal y la riqueza temática se manifiestan sin perder nunca el sello del estilo propio. Esto se muestra, con modulaciones diferentes, en los libros ya mencionados y también en Comentarios reales (1964), Agua que no has de beber (1971), Como higuera en un campo de golf (1972), Crónica del Niño Jesús de Chilca (1981), Monólogo de la casta Susana y otros poemas (1986) y Las inmensas preguntas celestes (1992).

Ya en David (1962), el rey bíblico se nos presenta como un ser complejo y, por eso, irreductible a una sentencia o una sola definición: héroe, adúltero, monarca y, sobre todo, poeta, el personaje despierta, según los roles que cumpla, la identificación o la crítica. La simpatía o el sarcasmo tiñen la crónica del rey, pero la dimensión más plena del David de Cisneros (o, si se quiere, de Cisneros en David) se revela cuando este toma la palabra, como en “Canto al Señor”: “Estoy acostumbrado al amor,/sin embargo conozco tu silencio”.

Esa confesión me remite uno de los libros más bellos de Cisneros, El libro de Dios y de los húngaros, que da cuenta de la alegría –serena o exaltada, pero siempre profunda– de la conversión religiosa del poeta. En ese poemario se encuentra “Domingo en Santa Cristina de Budapest y frutería al lado”, que para mí es el poema más hermoso –por su tersa dicción, por el modo en que sostiene un tono jubilosamente solemne y por la impecable luminosidad de las imágenes– que haya escrito Antonio Cisneros: “Porque fui muerto y soy resucitado, / loado sea el nombre del Señor,/sea el nombre que sea bajo esta lluvia buena”.

La poesía de Antonio Cisneros le pertenece a su tiempo. Ella, como su creador, es también ahora de la posteridad.

Julio Ortega

La poesía de Antonio Cisneros se desplaza entre los discursos de nuestro tiempo al modo de un instrumento de registro extremadamente sensible. Registra la temperatura emotiva de la conciencia de vivir en esta parte del mundo. Y lo hace con la distinta y peculiar entonación de nuestras propias voces.

Washington Delgado

La poesía de Antonio Cisneros, áspera, irónica, acerbadamente crítica, densamente sensorial, escrita en versos rápidos y agudos en los cuales se mezcla un habla coloquial y directa con elaboradas o destellantes imágenes, representa la madurez de la poesía épica que actualmente predomina en el Perú.

Antonio Cornejo Polar

Plenamente madura, flexible pero ajustada orgánicamente a una concepción poética rigurosa, como rigurosos también son su lenguaje y la organización de sus textos, la poesía de Antonio Cisneros es una de las más deslumbrantes experiencias literarias de la América Latina contemporánea.

Raúl Zurita

Desbordando todas las fronteras, Antonio Cisneros es, desde César Vallejo, el más grande poeta peruano lo que, tratándose de la extraordinaria poesía del Perú, es decir no poco. Irónico, iconoclasta, lúcido hasta lo hiriente y a la vez de una delicadeza extrema, escribió en su poema Un viaje por el río Nanay uno de los finales más fuertes y conmovedores de la historia del castellano: “En realidad hay muchas cosas más. Pero ninguna es tuya, diabético tedioso. Calla y aprende. Sólo posees algunas unidades de insulina y una piara de cerdos amarillos”. Es malditamente doloroso, pero con todo nos queda el consuelo de su equivocación: Antonio tuvo y tiene algo más: la gratitud y el amor de ese innumerable pueblo que siempre amará a quienes lo representan en sus palabras, en su verdad y en sus sueños.

23 de octubre, 2012

Rossella Di Paolo

“La bicicleta era de un verde esmeralda deslumbrante y un aro 26. La mejor que he tenido en mi vida. Y, sin embargo, allá estaba en lo más alto de la colina nevada, inmóvil y vacía como una catedral…”

         (“La nieve”. Un crucero a las islas Galápagos)

Una alta sola bicicleta pura detenida en el frío bellísimo. Una bicicleta para caer de rodillas y no de cabeza (como podría caerme de la mía que es prosaicamente roja, y la única colina que ha conocido es la cuesta de Armendáriz). Estos versos no se van de mi memoria nunca. El verde esmeralda de esa bicicleta, su nítida entronización en el paisaje. En realidad los poemas de Cisneros no pueden irse de la memoria. En ellos, la gracia tiene volumen, peso. Poemas que se miran, se tocan, se rodean. Y un además: nuestra poesía, casi ciega para los colores, abrió, no obstante, un ojo en los poemas de Eguren, y el otro en los poemas de Cisneros. El primero, ojo celeste acuarela: barcas o torres elusivas, trémulas, en el mar de Barranco. El segundo, ojo al óleo, preciso y contundente para cazar la ballena de una buena vez desde el malecón azul Cisneros. O cazar la bicicleta. Qué ganas de arrancarla de la nieve, empujar los pedales portones catedralicios y correr colina abajo, blanquísima ola hasta el final, lanzando fieros cantos marianos verde esmeralda; henchidos sagrados himnos de guerra aro 26.

Revista Ángeles & Demonios (Cusco, diciembre 2012)

El poeta que amaba la vida
Nelson Manrique

Se fue Toño, pero permanece entre nosotros. Todos tendremos siempre un poema suyo y nuestro. Como los innumerables amantes a quienes “Para hacer el amor” les brindará siempre las palabras justas para nombrar el fuego. O la oración precisa para los creyentes que necesitan desesperadamente paciencia y fe: “Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu reino, / si habito como un gato en una estaca rodeada por las aguas”.

Diario La República, 9 de octubre del 2012

Cisneros, poeta de la luz
Fernando Ampuero

Toño Cisneros nunca fue un poeta quejoso y dolido, como ha sido tradición en el Perú, sino un poeta espléndido, admirado y querido. El más amado de los pequeños dioses. Alguna vez, naturalmente, tuvo sus turbios enemigos, como todo hombre de letra, pero estos se esfumaron pronto, rendidos ante su simpatía y su enorme calidad lírica. Irreverente y ajeno a la solemnidad, Toño fue una brisa refrescante en nuestra literatura. Toño, no cabe duda, amó la luz y la luz lo amó a él, quizá porque había nacido para disfrutar desmedidamente el festín de la vida: el calor familiar, la pasión del fútbol, los placeres de la buena mesa, las tertulias entre amigos, las inmensas preguntas celestes, las noches que jamás terminan. Pero, por encima de todo, Toño fue tocado por la gracia.

Revista Caretas, 11 de octubre, 2012

Alonso Ruiz Rosas

Si tuviera que reunir adjetivos en torno a la figura de Antonio Cisneros, brillante encabezaría, de seguro, la lista. El poeta era también extrovertido, divertido, curioso, cariñoso, generoso, riguroso, religioso, amistoso, familiar, pragmático, intuitivo, sensitivo, báquico, tabáquico, incansable, elegante y, si era el caso, punzante, además de cosmopolita y peruanísimo, pues conocía bien el ancho mundo y el diverso Perú. Era sentimental, no sensiblero; había pasado de las ilusiones de la “década prodigiosa” a las desilusiones posteriores, con un estricto sentido de la realidad, ángel, como diría Martín Adán, que lo guiaba de continuo. Se regodeaba hablando francés con acento del sur y en su vasta cultura de renacentista moderno cabían distintas disciplinas sin la pesadez académica o el prurito libresco. No me toca, claro, analizar ahora su obra ni recapitular su periplo. Me viene a la memoria el luminoso mediodía en que lo conocí, en casa de mis padres, cuando él conversaba con su habitual amenidad y yo volvía del colegio. Hubiera querido acompañarlo en el último adiós y abrazar a los suyos. Me hubiera gustado darle un beso final en la mejilla, señal de los afectos que estilábamos, en las llegadas y las despedidas. Pero estoy lejos y solo puedo, cargado de recuerdos, decirle al oído invisible: gracias, maestro amigo. Por tu maravillosa poesía, siempre fresca y genuina. Por tu hospitalidad, cuando era un jovenzuelo en Lima y, más tarde, por esa temporada de sapiencia y bonhomía en el departamento berlinés de Schöneberg. Por las lecciones dadas y tomadas en El Caballo Rojo y otros medios. Por tu constante aliento, por esas muchas horas en salas, oficinas, salones, comedores y bares incontables, en las varias ciudades donde nos encontramos a la largo de décadas. Gracias, Toño querido, que el divino misterio te conduzca en la astral ceremonia, mientras aquí nos quedan –lugar común y cierto- tus poemas magníficos y tu figura inolvidable de renovado caballero de las intensidades de la vida.

“La mula”, 9 de octubre de 2012

David Huerta

Antonio Cisneros es un poeta tempestuoso, torrencial; sus versos no traen la paz de la contemplación estética sino la áspera belleza de la confrontación crítica con el lenguaje y con el mundo. Cisneros es uno de los poetas latinoamericanos que han entendido con plenitud la inestable sabiduría de la modernidad: la tradición no es el silencio, no es la esterilidad, sino el constante desafío de la polémica y de la revisión de lo valores –o de su trasvasamiento, como pediría Federico Nietzsche—. Como si Cisneros dijera: pongamos en estos vasos nuevos y relucientes, que desaparecerán antes de que la noche termine, el vino de los odres viejos de Rubén Darío, de Luis Cernuda, de César Vallejo, de Martín Adán, de los Evangelios y de ese poeta mapuche que empieza apenas a transcribir los mitos que oyó en la boca de su abuela.

Poemas
El norte

¡Ah los altos pilotes del gran muelle! Soñando siempre con un poco de plata para viajar al norte. Al mar que chapotea entre el arroz. Allá donde es tan baja la marea que puedo recorrer, sin aspavientos, las últimas rompientes y los cuatro horizontes. Soy un búfalo de aguas poderoso, con el páncreas robusto y el hígado impecable. Guardado por las pinzas de un cangrejo mi reino es inmortal. Soy el hijo favorito de la Virgen. El más amado de los pequeños dioses.

Un crucero a las Islas Galápagos: nuevos Cantos Marianos, 2005

1943

I
No hay carnero más fuerte en todo el valle,
ninguno más robusto.
Ninguno con los ojos sibilinos
como una luz de aceite alcanforado.
No hay carneros de tanto corazón
como el que me babea
amarillo y bendito,
madre mía,
porque me quieres mucho,
porque me quieres
más que a todas las aves,
más que a todos
los sagrados ovinos trasquilados.

II
Tumbado entre mi cuna, remolino,
tortuga boca arriba,
agitando las patas arrugadas
cubiertas de arenisca, apachurrado
por una cataplasma inacabable,
un bosque de eucaliptos
sobre el pecho,
que dispones mamá
con tanto esmero,
emplasto verde Nilo,
lava hirviente
que me entierra como una rata ciega
en la noche repleta de alcanfor.
III
Mamá, con tu enorme cabeza de carnero,
me espantas, me arrebujas
entre el aire caliente de la cuna
y la lenta frontera
de los santos ovinos del verano.
Motas de lana blanca que me ahogan
con tu lengua de piedra,
tu cabeza, mamá,
de robusto carnero trasquilado,
tu cabeza hundiéndose en mi cuna,
haciéndome caricias,
babeándome, mordiéndome.
Mordiéndome.

(Poema inédito, 2012)

Entonces en las aguas de Conchán (verano 1978)

Entonces en las aguas de Conchán ancló una gran ballena.
Era azul cuando el cielo azulaba y negra con la niebla.
Y era azul.
Hay quien la vio venida desde el Norte (donde dicen que
hay muchas).
Hay quien la vio venida desde el Sur (donde hiela y
habitan los leones).
Otros dicen que solita brotó como los hongos o las hojas
de ruda.
Quienes esto repiten son las gentes de Villa El Salvador,
pobres entre los pobres.
Creciendo todos tras las blancas colinas y en la arena:
Gentes como arenales en arenal.
(Sólo saben del mar cuando está bravo y se huele en el
viento).
El viento que revuelve el lomo azul de la ballena
muerta.
Islote de aluminio bajo el sol.
La que vino del Norte y del Sur y solita brotó de las
corrientes.
La gran ballena muerta.
Las autoridades temen por las aguas: la peste azul entre
las playas de Conchán.
La gran ballena muerta.
(Las autoridades protegen la salud del veraneante).
Muy pronto la ballena ha de podrirse como un higo
maduro en el verano.
La peste es, por decir, 40 reses pudriéndose en el mar
(o 200 ovejas o 1000 perros).
Las autoridades no saben cómo huir de tanta carne
muerta.
Los veraneantes se guardan de la peste que empieza
en las malaguas de la arena mojada.
En los arenales de Villa El Salvador las gentes no
reposan.
Sabido es por los pobres de los pobres que atrás de las
colinas
flota una isla de carne aún sin dueño.
Y llegado el crepúsculo –no del océano sino del arenal–
se afilan los mejores cuchillos de cocina y el hacha del
maestro carnicero.
Así fueron armados los pocos nadadores de Villa
El Salvador.
Y a medianoche luchaban con los pozos donde espuman
las olas.
La gran ballena flotaba hermosa aún entre los tumbos
helados. Hermosa todavía.
Sea su carne destinada a 10000 bocas.
Sea techo su piel de 100 moradas.
Sea su aceite luz para las noches y todas las frituras del
verano.

Crónicas del niño Jesús de Chilca, 1980

Oración

Qué duro es, Padre mío, escribir del lado de los vientos,
tan presto como estoy a maldecir y ronco para el canto.
Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu Reino,
si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas.
Cómo decirle pelo al pelo
diente al diente
rabo al rabo
y no nombrar la rata.

Propios como ajenos, 1989

Un perro negro

Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.

¿Es posible que en un país como este aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?

Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado ni
manso ni feroz.

Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario.
Un perro. Un prado.
En este país un perro negro sobre un gran prado verde
es cosa de maravilla y de rencor.

Las inmensas preguntas celestes, 1992

Sólo un verano me otorgáis poderosas

(i. m.  Lucho Hernández)

Y llegado el momento el tiempo se abrirá como

el Mar Rojo
bajo el sol de nuestros padres o la luz de una

sala de emergencia.

(Ni el verano de Hölderlin me otorgáis oh Parcas

poderosas).
Ya no esos camarones con almendras. Ya no son

fastas las mañanitas o nefastas.

Ya sólo una pradera inacabable donde pasta el

potrillo y nos ama el Señor.
Perdóname Señor. Me aterra esa pradera inacabable.

Sigo a la vida
como el zorro silente tras los rastros de un topo

a medianoche.

 

El libro de Dios y los húngaros, 1978

En el bosque

A dónde se van las bicicletas, si no es a los suburbios de la arena mojada. Un barco ballenero perdido en la neblina. Una casona con mamparas de vidrio y un terraplén azul. Son las cosas del mar y ya no tienen la menor importancia. Al otro lado, en cambio, a cuadra y media de la panadería y a dos de la botica, se extiende una foresta interminable, repleta de tortugas y una que otra lechuza colorada. Debajo del ramaje, el aire es negro como una piel de foca. El reino de las sombras tan temido. Allá voy. Igual que un chancho viejo camino al matadero. Ancas de jabalí (cerdo peruano) y el dolor en la nuca que anticipa el tajo de la muerte. Y sin embargo, todo ese gran dolor sería lo de menos, si no fuera porque al volver los ojos al poniente, aparecen mis hijas, a lo lejos, en medio de la luz y los geranios. Entonces puedo verlas, atisbarlas, perdiéndose entre la hierba para siempre, cada vez más lejanas, tan hermosas, con sus faldas floreadas y sus limpios cabellos secándose brillantes bajo el sol.

Un crucero a las Islas Galápagos: nuevos cantos marianos, 2005

Nacimiento de Soledad Cisneros (29 enero 75)

Corrí, caballo rojo, bajo el blanquísimo cielo

del invierno,

aterrado y alegre entre los cuervos,

hasta hallar ese taxi brillante como hoja de

afeitar.

El Arca de la Alianza.

Y fue entonces el día de la nieve.

Y Nora era el dolor del duraznero.

Y yo el vigía,

guardián de las hogueras en un corredor del hospital.

(Todo el fuego robado a Budapest.)

Fue el día de la nieve.

Y naciste mi dama.

Y yo tu caballero.

 

El libro de Dios y de los húngaros, 1978

Cuatro boleros maroqueros

1.

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida del suburbio
no habría primaveras
ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.
2.

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.

3.

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible
Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.
4.

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo
el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

Como higuera en un campo de golf, 1972

Canto ceremonial contra un oso hormiguero

(fragmento)

que dormiste entre los muslos de tu abuela para no sentir frío
mientras los muchachos
los otros
hacían el amor con las muchachas
puedo ver tu gran lengua
ay sin madre
ay sin abuela
tu gran lengua después de la jornada
jadeante
horizontal
un poco blanda
tu gran lengua en la cama
con vírgenes y arcángeles
de lata

oh tu lengua en reposo
y aún se reproduce
despacio
muy despacio
y todavía engorda
oh comediante de los almuerzos de señoras
oh vieja bailarina
oh torre de babel en la gran cama
maltrecha ya
por los combates fieros de tu hermano
capitán ballestero de sodoma
príncipe de gomorra
flor de lesbos
y ahora
no más tu madre
no más tu abuela
no más tu arcángel de la guarda
y ahora
océano de babas
vieja abadesa
escucha
escucha mi canto
escucha mi tambor
no dances más.

Canto ceremonial contra un oso hormiguero,1968

Aniversario de bodas

Voy a lucir mi camisa azul marino
(casi negro) que compré
en un remate de Navidad y mis zapatos
de lona recién lavados.
Tú llevarás esa falda de cuero
que te traje de Chile,
una blusa de seda
y los labios pintados de rojo.
Tenemos que estar orgullosos
de nuestro matrimonio.
Como de los cubiertos
que guardamos en el armario verde
de la cocina.
3 cuchillos para comer pescado,
7 tenedores para carne,
5 cucharas soperas,
14 cucharitas de café
sin contar las de Iberia
y American Airlines. También podemos
(ya que estamos en verano)
considerar al sol
como una pertenencia. Su luz
contra los muros
del patio principal
y las hojas de vida.
Aunque sobre todo
debemos alabar las luces de tu pelo
amarrado hacia atrás y recogido
con una cinta azul.
Ahora el mar se bambolea
en una ventana de la sala.
También nos pertenece.
Esta noche ordenaremos
nuestra ropa de fiesta
con sumo cuidado y dignidad.
Esa falda de cuero
que yo traje de Chile
y la blusa de seda
y mi camisa azul.
Nos cubriremos apenas
con unas túnicas de algodón sin cardar
como los japoneses
en las noches más rojas del verano.

El libro de Dios y de los húngaros, 1978

El puercoespín (el día que Soledad se fue al Perú)

Fue un avión holandés de mediodía.
Custodiamos su vuelo hasta que se perdió
como una flecha contra el sol.

Esa noche vimos al puercoespín.
Un puercoespín en las colinas de Budapest.
Pequeño y peludo nos miraba detrás de un
laurel rosa.
El primer puercoespín de nuestras vidas.
Su hociquito dulce y remojado
era el rostro final de Soledad.
Nos miraba con los ojos de boliche que miraban
las nubes del océano en un avión holandés.
Y fue todo.
Después huyó entre las altas yerbas.
Asustado.

El libro de Dios y de los húngaros, 1978

Nacimiento de Diego Cisneros (Biología)

Oh tu líquida y redonda habitación
la cómoda, la bien dispuesta, la armoniosa.
Y de pronto en el aire de las 4 estaciones
y los dioses,
que los dioses te sean propicios.

Agua que no has de beber, 1971

El viaje de Alejandra

Me veo (veo a mi padre Alfonso) sentado como un sapo sesentón al borde de la cama. El mar se bambolea y arrastra entre sus tumbos los ropajes brillantes de las vírgenes locas y un lomo de ballena congelado. Algún avión retumba, en medio de la noche, como un temblor de tierra. Yo no sé qué hora es. Sólo sé que mi hija menor partió en la madrugada. Iba serena, con su mochila al hombro, y aunque acaba de cumplir los 23, parece un coatí adolescente. Cúbrela con tu manto, Madre mía. Yo te la recomiendo. Es una joven bella y de buenas costumbres. No la pierdas de vista. Aunque los aires estén endemoniados, como este cielo fiero al borde de mi cama. Es fácil distinguirla. Tiene el pelo amarillo y no es muy alta. Por lo demás, camina con suma dignidad. Ahora ya no sé cuántos inviernos pasarán para que vuelva a casa. Apachúrrala, Madre milagrosa. Que sean sus jornadas amables y propicias. Que los carabineros y guardias de frontera sean bondadosos.

Un crucero a las Islas Galápagos: nuevos cantos marianos, 2005

Requiem (3)

A las inmensas preguntas celestes
no tengo más respuesta
que comentarios simples y sin gracia
sobre las muchachas
que viven por mi casa
cerca del faro y el malecón Cisneros.
[…] a la larga me tienen dando vueltas
como un zancudo al final de la tarde.
Haciendo tiempo,
mientras llega la hora de oficiar
mis pompas funerarias,
que no serán gran cosa
por supuesto.[…]
¡Ah las preguntas celestes!
Las inmensas.

Las inmensas preguntas celestes, 1992

Requiem (4)

Sea este cordero a la norteña
alegre y abundante
como los bares el viernes por la noche.
Siempre esté con nosotros, es decir
en nuestro corazón
pero también en nuestro calmo vientre.
Compasivo y sabroso sepa ser
en el lecho de muerte,
donde cesan la gula y la memoria.
Sea el cordero
símbolo y consuelo. Agnus Dei.
Sea eterno el cordero
con sus papas doradas partidas en mitad.
Mas no se tenga
por cosa de comer o digerir.
Sea sólo un farol, una bengala
en medio de los fondos submarinos.
Algo en la mano para esa travesía
tan oscura y feroz como un mandril.

Las inmensas preguntas celestes, 1992

Entre el embarcadero de San Nicolás y este gran mar

Queda un poco de sol, crujen los cables y el lomo de
las aguas
una y otra vez se bambolea entre las blancas rejas.
En San Nicolás he visto a dos muchachos apretarse
contra una grúa roja.
El viento soplaba y resoplaba desde el Sur como el
Chillido de quinientos demonios.
¿Quién me llama? ¿He apagado la luz de la cocina?
¿Qué olvidé entre mis libros?
Y la respuesta no llega como nunca el palmoteo amable de
los dioses.
Ella era muy delgada y revolvía sus manos bajo la
negra chompa del muchacho.
Mar de San Nicolás, olas de aceite.
Día que me sorprendes muros adentro de Jerusalén
y en deuda con mi hermano:
poco aviso fue el semáforo de Delfos. ¡Oh gran
remordimiento!
no acicalé mi casa para el día.
¿Ya rechina la viola de los muertos contra una grúa
roja?
Perdóname.
¿Qué polvo de hierro se arremolina en nuestro corazón?
Perdóname.
Los muchachos subieron hasta un bosque de latas
y encendieron la luz.
Y la Osa Mayor era brillante y su peludo rabo colgaba
desde el cielo.
Perdóname.
Yo andaba por los muelles más informe que una medusa
muerta.
Y el viento soplaba y resoplaba sobre ti, nuestro recién
nacido:
cáscara de plátano donde pastan las moscas.
Perdóname.
Después, aullaron las sirenas de San Juan y Acarí, y a
las siete nos hicimos a la mar.

Queda un poco de sol, crujen los cables y el lomo de las
aguas
una y otra vez se bambolea entre las blancas rejas.
Ni un pájaro me sobrevuela, Diego mío, y antes que
la noche apriete pienso en ti.
Perdóname, perdónala.

Canto ceremonial contra un oso hormiguero, 1968

Tercer movimiento (affettuosso)

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no verá el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

Agua que no has de beber, 1971

Un viaje por el río Nanay

1

No es en esos meandros, donde viven los peces de agua dulce, que yo el gran capitán broadcaster destajero, con cien pesos al mes mientras navego y ciento treinta cuando estoy en tierra, he sentido terror por lo que resta de mi ordinaria vida. El terror a las garras del tigre, frías rodajas de cebolla cruda, lo sentí más bien en la terraza de ese bar tenido por alegre, amasijo de piernas y traseros bajo el ardiente sol, a pocos metros de la Plaza de Armas, resbaloso igual que la cubierta de un crucero barrido por las olas, clavado en una roca sobre el río Nanay.

2

Estamos en la época del año en que las tortugas desovan en la playa y luego se sumergen río abajo como si huyeran (o se avergonzaran) de sus crías, es decir unos quelonios cegatones y fofos, buenos para estofarlos a partir del medio año de edad. Ají pipí de mono. Revuelo de las faldas de algodón abiertas en el muslo hasta esas ancas saladas y perfectas. Un coleóptero transita entre la luz. Se hace papilla. Y, sin embargo, quieto es el vuelo del martín pescador sobre las aguas quietas. Nada hace sospechar los turbulentos cardúmenes de peces, girando en lo profundo como moscas en torno al orificio enloquecido de una dorada real.

3

También hay un silencio cerril azul de Prusia. Detrás de las persianas de madera, unas veinte cabezas de ganado cebú se sobajean con tal solicitud que todo hace pensar en un perverso pacto, más oscuro que una deuda de juego o una historia de amor. Por lo demás, tan sólo hay que mirar cómo descienden las aguas del Nanay al pie de mi ventana para saber que tenemos casi 40 grados a la sombra y 90% de humedad. Ahora sé que en los grandes calores debo alejarme de las mantas de lana y de los cuerpos que dan horrible sed y calientan el aire.

4

De pronto, sin qué ni para qué, termina el pastizal bajo la niebla. Allá donde el paisaje es un grabado con fresnos, eucaliptos y matas de geranio. Hay además una mujer salpicada por las altas mareas que revientan contra los farallones. Está casi desnuda y observa una manada de delfines a prudente distancia. En realidad hay muchas cosas más. Pero ninguna es tuya, diabético tedioso. Calla y aprende. Sólo posees algunas unidades de insulina y una piara de cerdos amarillos.

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